Snacks & Cocktails

Lo primero mini del local es la espera. Hay que esperar (se puede reservar desde la web www.41grados.es) aproximadamente un mes o dos para poder tener mesa, lo que comparado con el Bulli no tiene nada que ver. Aunque si hablamos con propiedad, el Bulli basa más su reserva en poder tener un contacto allí… pese a eso, hay que esperar unos 5 o 6 meses sin problemas.

Luego la experiencia sigue por dentro. Cruzando el Tickets (el local primo-hermano) y atravesando una densa cortina, llegas al pequeñito 41º. Más sobrio que su hermano, pero con la luz y la decoración justa para pasar una magnífica velada. Tal vez las mesas son un poco pequeñas, pero con el inmenso menú, te olvidas de medidas, posturas y luces.

A diferencia de Tickets, donde la especialidad son las tapas, en 41º lo más innovador y experimental son los cocktails. Aunque los snacks desmerecen nada en absoluto.

Mientras esperábamos a que un par de amigos llegaran, Pau y yo empeazmos a decantar. Para abrir boca un Gin Fizz un cocktail sin mucho laboratorio. Una vez con C&S ya arribados y a medida que entramos de lleno en el snackeo, pasamos por el Pink Flamingo. Novedad de la casa. Un gin tonic ahumado con aromas, especias y un sabor espectacular que te acompaña en cada sorbo que das esperando eternizarlo. Pero aunque todo lo bueno tiene un fin, por suerte se puede seguir con la magia. Del último cocktail (de todo habrá fotos abajo!) y mientras seguía el baile de experimentos sólidos (o semi), no recuerdo el nombre. Recuerdo que estaba preparado a base de frutas del bosque liofilizadas con ginebra. Simplemente hay que probarlo.

Y mientras te sumerges en este mar de sabores pervirtiendo la esencia del Gin Tonic, puedes tener el privilegio de degustar un trozo del alma y esencia del Bulli.

Empezamos con un niguiri de Foie. Pero como no, el Foie está caramelizado, en lugar de alga, lo que casa el arroz (que tampoco es arroz) y el veneno es una cinta hecha de haba tonka.

Seguimos con un taco de cortezas de cerdo, crujiente, sabroso con un topping al más puro estilo Mexicano.

Un brioche planchado relleno de queso trufado del que no querrías que se acabara nunca su infinita cremosidad de la mano de un genial queso trufado. Jamás he visto nada tan bien casado.

Una ostra con jugo de lichis e iceberg de rábano picante. Tal vez lo más banal de lo que probamos, pero a la altura del lugar.

Galletas de miel y cacahuete y pistachos miméticos. Dos snacks típicos de cualquier chiringuito de playa, reformados para renacer con nuevas texturas y sabores que se atreven a confundir a tu vista y mentir a tu paladar.

Crujientes y provocadores snacks como el pan aéreo con panceta de ibérico adobada, el pescaito frito (todo parecido con la realidad es pura coincidencia), gusanitos de arroz salvaje al curry, algas crujientes con quinoa y crujiente de gamba al azafrán.

Esferificaciones como las olivas del 41º (que son las del Bulli ni más ni menos) o las minimozarelas con albahaca. Regalos para nuestras papilas.

Y para concluir, los dulces. Bombas de chocolate. Triviales comparadas con el último. El colofón. Un paseo por el bosque del dulce. Lo único que no se come es el plato y poco más… cerezas caramelizadas envueltas de gelatina, arena de chocolate, nueces garrapiñadas, ramas de canela y chocolate y mil bocados que quedan grabados en la memora para casi siempre.

Y acabamos llenos!! Eso sí, entre cocktails y snacks, si quieres probar casi todo, no bajas de 75 €. Pero por mi parte… repetiremos! Y creo que por la parte de los demás, ya estamos pensando cuando.

Os dejo con las fotos. Un 1% de la realidad.

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